Viajar es desplazarse regularmente, no hay un acto limitado en el tiempo pero más bien un estado cuya permanencia tiene su importancia.
Es un modo de vida para sentirse bien y tener el sentimiento de existencia.
Lo cotidiano en el viaje…
La destinación no tiene importancia. Lo que cuenta; es estar en movimiento y tener un rumbo.
Llegar a cualquier parte y crear una vez más, nuevas costumbres para luego abandonarles a su regreso.
Marcharse antes de que las distancias se vuelvan más largas y aburridas en recorrer, antes que la ciudad parezca más pequeña que el primer día.
Que importa la dirección hacia cual vamos, que importa la distancia que se recorra, eso que cuenta es estar en otro lado para no estar aquí.
La ruta, los diferentes medios de transporte, las estancias en las habitaciones de hoteles, el viaje no es siempre proyectado y con destinación fija.
Amar o no amar las grandes ciudades…
Poco importa la realidad de los lugares, es primero una impresión visual, afectivo y fujitivo.
Viajar es una rebelíon contra uno mismo y sus angustias.
El solo deseo es de alejarse.
Poco importa que las días pierdan sus nombres.
Poco importa el espacio y el tiempo, si llueve, si nieva o si el sol quema. Estamos en otro lugar.
La realidad se vuelve un sueño, el sueño se vuelve realidad…
Agradable es, levantarse en la mañana, mirar por la ventana y preguntarse; ¿Qué hago yo aquí? ¿Dónde estoy? …Y no tener ninguna idea del lugar.
Es conmovedor estar delante del vacío, estar sólo con horizonte.
Viajar es un encuentro con momentos efímeros con lo inesperado o con el espacio real o imaginario.
Un encuentro con nuestro sueños, nuestras esperanzas y la soledad.
La mirada sobre las nadas…
Fotografiar por viaje o viajar por fotografiar.
Al regreso quedan algunos recuerdos que desapareceran a través del tiempo y algunas fotografías que me haran soñar cuando las mire.
No es que descubra que quiero fotografiar pero la experiencia de descubrir, de vivir ése momento y dar forma a esta experiencia…